Había una vez un rosarino, que guardaba todos los gorriones en un pequeño frasco y los ponía sobre su escritorio.
Había una vez un personaje que coleccionaba mariposas de todos los colores, pero las mantenía vivas en su mente.
Había una vez un mago que usaba conejos de peluche y palomitas de maíz para hacer felices a chicos y grandes,
a grandes y ancianos.
Había una vez un fanático hincha de Rosario Central, que era tan buen tipo que hasta los de Ñuls lo querían.
Había una vez un tal Negro Fontanarrosa que regaló su talento desde la sabiduría, su grandeza desde la humildad,
y su sonrisa desde el dolor de los últimos días sentado en una silla de ruedas.
Qué lo parió, Negro, qué lindo cuento nos escribiste.
Gustavo Ruiz
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